lunes, 16 de mayo de 2011

Crónicas tronquistas. Burros de ayer y hoy

Sucedió un verano a fines de los 80, de vuelta de un viaje de peyote y bajando por Quebrada Escobares, en los alrededores de V.A. caminaba tranquilamente por un angosto sendero entre las montañas.

Al poco rato de andar me fui quedando atrás debido a las quemaduras en los pies, con los sentidos aún trastocados por la mezcalina avanzaba lenta y tranquilamente, sintiendo la tibieza de los rayos de sol en el cuerpo e intentando olvidar el dolor al caminar, hasta que llegó el momento en que sentí su presencia, primero unos pasos, luego algunos ruidos entre las ramas, me volteaba y nada, segui caminando y el ruido me seguía, mi inquietud iba creciendo y mi mente un tanto paranoiqueada hacia lo suyo aportando una dosis de temor e irracionalidad a los hechos, luego de algunos minutos lo pude ver, al igual que yo caminaba distraídamente, alrededor de unos 20 metros atrás mío, orejas bien paradas, mirada dulce, buen pelaje, era un burro.

Pero había algo anormal en ese burro, algo que lo hacía raro y peligroso, sucedía que cada vez que me detenía el también se detenía y cuando lo miraba a los ojos desviaba la mirada y disimulaba, comía una hoja de un árbol, miraba el cielo como pensando ¿irá a llover mañana? esa actitud que tenía el burro era lo que me inquietaba, pasaba el tiempo y mi perturbación iba creciendo, me detenía, el se detenía, caminaba yo y el caminaba, lo miraba y disimulaba, qué pretendía este burro de dulce mirada? ¿esperaba quizá el momento en que me agachase a sentir el aroma de una flor silvestre para atacarme o sería un burro telépata venido del espacio que pretendía entregarme un mensaje de alguna civilización aún desconocida para los terráqueos? Continuabamos caminando los dos siempre a la misma distancia, mirándonos con desconfianza, silenciosos y muy concentrados, al llegar a una bifurcación el burro dobló por un sendero que llevaba a una pequeña casa campestre llena de animales, era su casa, el sendero era angosto y yo obstruía el paso del burro y este por precaución, cortesía o respeto había mentenido la distancia. Ese burro me dejó una lección no sé cual sería pero me la dejó.

Por estos días he podido observar otro tipo de burro que merodea los bares de Lavapiés, más que un burro es un estado tronquista, llamado burro viejo, ¿en qué consiste el estado de burro viejo? el estado de burro viejo es que el que llega pasadas las tantas de la madrugada y después de que te bebes esas 2 o 3 últimas copas que estaban demás, se presenta como un desmoramiento del ser, orejas y lomo caídos, las patas desparramadas, los ojos semicerrados mostrando un estado soporífero, algunos rebuznos initeligibles y luego el silencio, en este momento es posible que llegue el estado de burro agonizante, ahí el burro prácticamente duerme parado y es posible que haga uso de armas químicas, lo que hará correr a las simpre atentas camareras del bar a encender un incienzo y los ventiladores y la clientela del bar cambiar de ubicación o huir hacia la puerta. El burro agonizante generalmente pasa sus últimos minutos de vida en alguna posición estrátegica en que obstruya lo más posible la pasada de los parroquianos y camareras, y se niega a moverse o dejar el bar lo que lo también lo asemeja a la tozudez tan propia de los burros, el obstruir el paso en un bar me recuerda la visita a lavapiés de la división tronquista del este a cargo del Comandante Vodka Tonic y los gigantes borrachos de Leipzig, pero es parte de otra historia y será contada en otra ocasión...

3 comentarios:

  1. pido un aplauso para el amor... grande wila!

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  2. plas plas plas plas plas!!! jajajaja

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  3. ¡¡¡ Genial !!!!
    Reconozco a muchos de esos burros viejos
    Plas, plas, plas, plas, plas

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