Escalera / 5
Fotografía realizada por Javier Herrero
en el Palacio de la Mosquera de Arenas de San Pedro (Ávila)
Octubre 2011
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jueves, 29 de diciembre de 2011
Escalera 5
Escalera 4
Escalera 3
Escalera 2
Escalera 1
viernes, 23 de diciembre de 2011
Plato
miércoles, 21 de diciembre de 2011
martes, 20 de diciembre de 2011
Sed
lunes, 19 de diciembre de 2011
Sombras y luces 22
Sombras y luces 21
Sombras y luces 20
Sombras y luces 19
Sombras y luces 18
Sombras y luces 17
Sombras y luces 16
¡Indignaos!
viernes, 16 de diciembre de 2011
Sombras y luces 15
Sombras y luces 14
Sombras y luces 13
Sombras y luces 12
Sombras y luces 11
Sombras y luces 10
Sombras y luces 9
Sombras y luces 8
jueves, 15 de diciembre de 2011
Sombras y luces 7
Sombras y luces 6
Sombras y luces 5
Sombras y luces 4
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Sombras y luces 3
Sombras y luces 2
Sombras y luces 1
martes, 13 de diciembre de 2011
Gaspard de la nuit
Valentina Lisitsa interpreta Ondine,
primer movimiento de
Gaspard de la Nuit: Trois Poèmes pour Piano d'après Aloysius Bertrand
compuesto por Maurice Ravel en 1908
Valentina Lisitsa interpreta Le gibet,
segundo movimiento de
Gaspard de la Nuit: Trois Poèmes pour Piano d'après Aloysius Bertrand
compuesto por Maurice Ravel en 1908.
compuesto por Maurice Ravel en 1908.
Gaspard de la Nuit: Trois Poèmes pour Piano d'après Aloysius Bertrand
compuesto por Maurice Ravel en 1908.
www.valentinalisitsa.com
lunes, 12 de diciembre de 2011
Get a life
La disparatada fantasía
«Ahora quiero dedicarme al estudio de la composición y abandonar la disparatada fantasía, que está, sobre todo en los jóvenes, en antítesis con la razón, como el ideal está con la vida. Ciertamente, si la sabiduría no debe cortar la alas a la musa de los sonidos, tampoco la razón puede ser la doncella que lleve la cola de la fantasía, pues debe ir por delante de ella y con la luz de su antorcha debe conducirla con seguridad por el mundo de los sonidos».
Robert Schumann (1810-1856)
Texto escrito en 1830 en una carta a su madre
viernes, 9 de diciembre de 2011
Auroras invernales
Dibujo realizado por Javier Herrero en 1994 con Adobe Photoshop 3,0 |
Los gases
«Cuesta creer que el aire sea realmente algo. No se puede ver y normalmente tampoco se deja sentir; y, sin embargo, está ahí. Cuando cobra suficiente velocidad, sopla un viento huracanado que es capaz de hacer naufragar barcos y tronchar árboles. Su presencia resulta entonces innegable.
¿El aire es la única sustancia invisible? Los alquimistas de la Edad Media pensaban que sí, pues las pompas o vapores incoloros que emanaban sus pócimas recibían el nombre de «aires».
Si los alquimistas vivieran hoy día, no tomaríamos en serio muchos de sus hallazgos. Al fin y al cabo, la alquimia era una falsa ciencia, más interesada en convertir metales en oro que en contribuir al conocimiento de la materia. Con todo, hubo alquimistas de talento que observaron y estudiaron el comportamiento de los metales y otras sustancias con las que trabajaban e hicieron importantes aportaciones a la química moderna».
Isaac Asimov, Grandes ideas de la ciencia (Alianza Editorial, 2011)
lunes, 5 de diciembre de 2011
El señor y la señora Martin
La cantante calva (1950) de Eugène Ionesco
Escena IV
…
La señora y el señor Martin se sientan el uno frente al otro, sin hablarse. Se sonríen con timidez.
Sr. Martin (el diálogo que sigue debe ser dicho con una voz lánguida, monótona, un poco cantante, nada matizada): Discúlpeme, señora, pero me parece, si no me engaño, que la he encontrado ya en alguna parte.
Sra. Martin: A mí también me parece, señor, que lo he encontrado ya en alguna parte.
Sr. Martin: ¿No la habré visto, señora, en Manchester, por casualidad?
Sra. Martin: Es muy posible. Yo soy originaria de la ciudad de Manchester. Pero no recuerdo muy bien, señor, no podría afirmar si lo he visto allí o no.
Sr. Martin: ¡Dios mío, qué curioso! ¡Yo también soy originario de la ciudad de Manchester!
Sra. Martin: ¡Qué curioso!
Sr. Martin: ¡Muy curioso!... Pero yo, señora, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! ¡Qué extraña coincidencia! Yo también, señor, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.
Sr. Martin: Tomé el tren de las ocho y media de la mañana, que llega a Londres a las cinco menos cuarto, señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! ¡Qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo tomé el mismo tren, señor, yo también!
Sr. Martin: ¡Dios mío, qué curioso! ¿Entonces, tal vez, señora, la vi en el tren?
Sra. Martin: Es muy posible, no está excluido, es posible y, después de todo, ¿por qué no?... Pero yo no lo recuerdo, señor.
Sr. Martin: Yo viajaba en segunda clase, señora. No hay segunda clase en Inglaterra, pero a pesar de ello yo viajo en segunda clase.
Sra. Martin: ¡Qué extraño, qué curioso, qué coincidencia! ¡Yo también, señor, viajaba en segunda clase!
Sr. Martin: ¡Qué curioso! Quizás nos hayamos encontrado en la segunda clase, estimada señora.
Sra. Martin: Es muy posible y no queda completamente excluido Pero lo recuerdo muy bien, estimado señor.
Sr. Martin: Yo iba en el coche número 8, sexto compartimiento, señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Yo iba también en el coche número 8, sexto compartimiento, estimado señor.
Sr. Martin: ¡Qué curioso y qué coincidencia extraña! Quizá nos hayamos encontrado en el sexto compartimiento, estimada señora.
Sra. Martin: Es muy posible, después de todo. Pero no lo recuerdo, estimado señor.
Sr. Martin: En verdad, estimada señora, yo tampoco lo recuerdo, pero es posible que nos hayamos visto allí, y si reflexiono sobre ello, me parece incluso muy posible.
Sra. Martin: ¡Oh, verdaderamente, verdaderamente, señor!
Sr. Martin: ¡Qué curioso! Yo ocupaba el asiento número 3, junto a la ventana, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Oh, Dios mío, qué curioso y extraño! Yo tenía el asiento número 6, junto a la ventana, frente a usted, estimado señor.
Sr. Martin: ¡Oh, Dios mío, qué curioso y qué coincidencia! ¡Estábamos, por lo tanto, frente a frente, estimada señora! ¡Es allí donde debimos vernos!
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Es posible, pero no lo recuerdo, señor.
Sr. Martin: Para decir la verdad, estimada señora, tampoco yo lo recuerdo. Sin embargo, es muy posible que nos hayamos visto en esa ocasión.
Sra. Martin: Es cierto, pero no estoy de modo alguno segura de ello, señor.
Sr. Martin: ¿No era usted, estimada señora, la dama que me rogó que colocara su valija en la red y que luego me dio las gracias y me permitió fumar?
Sra. Martin: ¡Sí, era yo sin duda, señor! ¡Qué curioso, qué curioso, y qué coincidencia!
Sr. Martin: ¡Qué curioso, qué extraño, y qué coincidencia! Pues bien, entonces, ¿tal vez nos hayamos conocido en ese momento, señora?
Sra. Martin: ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible, estimado señor. Sin embargo, no creo recordarlo.
Sr. Martin: Yo tampoco, señora.
Un momento de silencio. El reloj toca 2–1.
Sr. Martin: Desde que llegué a Londres vivo en la calle Bromfield, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso, qué extraño! Yo también, desde mi llegada a Londres, vivo en la calle Bromfield, estimado señor.
Sr. Martin: Es curioso, pero entonces, entonces tal vez nos hayamos encontrado en la calle Bromfield, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso, qué extraño! ¡Es muy posible, después de todo! Pero no lo recuerdo, estimado señor.
Sr. Martin: Yo vivo en el número 19, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Yo también vivo en el número 19, estimado señor.
Sr. Martin: Pero entonces, entonces, entonces, entonces quizá nos hayamos visto en esa casa, estimada señora.
Sra. Martin: Es muy posible, pero no lo recuerdo, estimado señor.
Sr. Martin: Mi departamento está en el quinto piso, es el número 8, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso, Dios mío, y qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo también vivo en el quinto piso, en el departamento número 8, estimado señor!
Sr. Martin (pensativo): ¡Qué curioso, qué curioso, qué curioso y qué coincidencia! Sepa usted que en mi dormitorio tengo una cama. Mi cama está cubierta con un edredón verde. Esa habitación, con esa cama y su edredón verde, se halla en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué coincidencia, Dios mío, qué coincidencia! Mi dormitorio tiene también una cama con un edredón verde y se encuentra en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, mi estimado señor.
Sr. Martin: ¡Es extraño, curioso, extraño! Entonces, señora, vivimos en la misma habitación y dormimos en la misma cama, estimada señora. ¡Quizá sea en ella donde nos hemos visto!
Sra. Martin: ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible que nos hayamos encontrado allí y tal vez anoche. ¡Pero no lo recuerdo, estimado señor!
Sr. Martin: Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada señora. Tiene dos años, es rubia, con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama Alicia, mi estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también Alicia, estimado señor.
Sr. Martin (con la misma voz lánguida y monótona): ¡Qué curioso y qué coincidencia! ¡Y qué extraño! ¡Es quizá la misma, estimada señora!
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Es muy posible, estimado señor.
Un momento de silencio bastante largo. . . El reloj suena veintinueve veces.
Sr. Martin (después de haber reflexionado largamente, se levanta con lentitud y, sin apresurarse, se dirige hacia la señora Martin, quien, sorprendida por el aire solemne del señor Martin, se levanta también, muy suavemente; elseñor Martin habla con la misma voz rara, monótona, vagamente cantante): Entonces, estimada señora, creo que ya no cabe duda, nos hemos visto ya y usted es mi propia esposa. . . ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!
Sra. Martin (se acerca al señor Martin sin apresurarse. Se abrazan sin expresión. El reloj suena una vez, muy fuertemente. El sonido del reloj debe ser tan fuerte que sobresalte a los espectadores. Los esposos Martin no lo oyen): ¡Donald, eres tú, darling!
Se sientan en el mismo sillón, se mantienen abrazados y se duermen. El reloj sigue sonando muchas veces…
Eugène Ionesco. La cantante calva (Alianza Losada, 1996)
viernes, 2 de diciembre de 2011
El hombre imaginario
El hombre imaginario
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.
Nicanor Parra, Premio Cervantes 2011
(De Hojas de Parra, 1985)
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