La cantante calva (1950) de Eugène Ionesco
Escena IV
…
La señora y el señor Martin se sientan el uno frente al otro, sin hablarse. Se sonríen con timidez.
Sr. Martin (el diálogo que sigue debe ser dicho con una voz lánguida, monótona, un poco cantante, nada matizada): Discúlpeme, señora, pero me parece, si no me engaño, que la he encontrado ya en alguna parte.
Sra. Martin: A mí también me parece, señor, que lo he encontrado ya en alguna parte.
Sr. Martin: ¿No la habré visto, señora, en Manchester, por casualidad?
Sra. Martin: Es muy posible. Yo soy originaria de la ciudad de Manchester. Pero no recuerdo muy bien, señor, no podría afirmar si lo he visto allí o no.
Sr. Martin: ¡Dios mío, qué curioso! ¡Yo también soy originario de la ciudad de Manchester!
Sra. Martin: ¡Qué curioso!
Sr. Martin: ¡Muy curioso!... Pero yo, señora, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! ¡Qué extraña coincidencia! Yo también, señor, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.
Sr. Martin: Tomé el tren de las ocho y media de la mañana, que llega a Londres a las cinco menos cuarto, señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! ¡Qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo tomé el mismo tren, señor, yo también!
Sr. Martin: ¡Dios mío, qué curioso! ¿Entonces, tal vez, señora, la vi en el tren?
Sra. Martin: Es muy posible, no está excluido, es posible y, después de todo, ¿por qué no?... Pero yo no lo recuerdo, señor.
Sr. Martin: Yo viajaba en segunda clase, señora. No hay segunda clase en Inglaterra, pero a pesar de ello yo viajo en segunda clase.
Sra. Martin: ¡Qué extraño, qué curioso, qué coincidencia! ¡Yo también, señor, viajaba en segunda clase!
Sr. Martin: ¡Qué curioso! Quizás nos hayamos encontrado en la segunda clase, estimada señora.
Sra. Martin: Es muy posible y no queda completamente excluido Pero lo recuerdo muy bien, estimado señor.
Sr. Martin: Yo iba en el coche número 8, sexto compartimiento, señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Yo iba también en el coche número 8, sexto compartimiento, estimado señor.
Sr. Martin: ¡Qué curioso y qué coincidencia extraña! Quizá nos hayamos encontrado en el sexto compartimiento, estimada señora.
Sra. Martin: Es muy posible, después de todo. Pero no lo recuerdo, estimado señor.
Sr. Martin: En verdad, estimada señora, yo tampoco lo recuerdo, pero es posible que nos hayamos visto allí, y si reflexiono sobre ello, me parece incluso muy posible.
Sra. Martin: ¡Oh, verdaderamente, verdaderamente, señor!
Sr. Martin: ¡Qué curioso! Yo ocupaba el asiento número 3, junto a la ventana, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Oh, Dios mío, qué curioso y extraño! Yo tenía el asiento número 6, junto a la ventana, frente a usted, estimado señor.
Sr. Martin: ¡Oh, Dios mío, qué curioso y qué coincidencia! ¡Estábamos, por lo tanto, frente a frente, estimada señora! ¡Es allí donde debimos vernos!
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Es posible, pero no lo recuerdo, señor.
Sr. Martin: Para decir la verdad, estimada señora, tampoco yo lo recuerdo. Sin embargo, es muy posible que nos hayamos visto en esa ocasión.
Sra. Martin: Es cierto, pero no estoy de modo alguno segura de ello, señor.
Sr. Martin: ¿No era usted, estimada señora, la dama que me rogó que colocara su valija en la red y que luego me dio las gracias y me permitió fumar?
Sra. Martin: ¡Sí, era yo sin duda, señor! ¡Qué curioso, qué curioso, y qué coincidencia!
Sr. Martin: ¡Qué curioso, qué extraño, y qué coincidencia! Pues bien, entonces, ¿tal vez nos hayamos conocido en ese momento, señora?
Sra. Martin: ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible, estimado señor. Sin embargo, no creo recordarlo.
Sr. Martin: Yo tampoco, señora.
Un momento de silencio. El reloj toca 2–1.
Sr. Martin: Desde que llegué a Londres vivo en la calle Bromfield, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso, qué extraño! Yo también, desde mi llegada a Londres, vivo en la calle Bromfield, estimado señor.
Sr. Martin: Es curioso, pero entonces, entonces tal vez nos hayamos encontrado en la calle Bromfield, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso, qué extraño! ¡Es muy posible, después de todo! Pero no lo recuerdo, estimado señor.
Sr. Martin: Yo vivo en el número 19, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Yo también vivo en el número 19, estimado señor.
Sr. Martin: Pero entonces, entonces, entonces, entonces quizá nos hayamos visto en esa casa, estimada señora.
Sra. Martin: Es muy posible, pero no lo recuerdo, estimado señor.
Sr. Martin: Mi departamento está en el quinto piso, es el número 8, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué curioso, Dios mío, y qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo también vivo en el quinto piso, en el departamento número 8, estimado señor!
Sr. Martin (pensativo): ¡Qué curioso, qué curioso, qué curioso y qué coincidencia! Sepa usted que en mi dormitorio tengo una cama. Mi cama está cubierta con un edredón verde. Esa habitación, con esa cama y su edredón verde, se halla en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué coincidencia, Dios mío, qué coincidencia! Mi dormitorio tiene también una cama con un edredón verde y se encuentra en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, mi estimado señor.
Sr. Martin: ¡Es extraño, curioso, extraño! Entonces, señora, vivimos en la misma habitación y dormimos en la misma cama, estimada señora. ¡Quizá sea en ella donde nos hemos visto!
Sra. Martin: ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible que nos hayamos encontrado allí y tal vez anoche. ¡Pero no lo recuerdo, estimado señor!
Sr. Martin: Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada señora. Tiene dos años, es rubia, con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama Alicia, mi estimada señora.
Sra. Martin: ¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también Alicia, estimado señor.
Sr. Martin (con la misma voz lánguida y monótona): ¡Qué curioso y qué coincidencia! ¡Y qué extraño! ¡Es quizá la misma, estimada señora!
Sra. Martin: ¡Qué curioso! Es muy posible, estimado señor.
Un momento de silencio bastante largo. . . El reloj suena veintinueve veces.
Sr. Martin (después de haber reflexionado largamente, se levanta con lentitud y, sin apresurarse, se dirige hacia la señora Martin, quien, sorprendida por el aire solemne del señor Martin, se levanta también, muy suavemente; elseñor Martin habla con la misma voz rara, monótona, vagamente cantante): Entonces, estimada señora, creo que ya no cabe duda, nos hemos visto ya y usted es mi propia esposa. . . ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!
Sra. Martin (se acerca al señor Martin sin apresurarse. Se abrazan sin expresión. El reloj suena una vez, muy fuertemente. El sonido del reloj debe ser tan fuerte que sobresalte a los espectadores. Los esposos Martin no lo oyen): ¡Donald, eres tú, darling!
Se sientan en el mismo sillón, se mantienen abrazados y se duermen. El reloj sigue sonando muchas veces…
Eugène Ionesco. La cantante calva (Alianza Losada, 1996)
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