-¡Ugeñín…! ¿Juegas?
-¡Que ya te he dicho que no…!
-Sigue, Carlines…
-Pues eso, lo que te estaba diciendo: que mi padre… que mi padre murió de una trepanación. Le operaron de un oído y le sacaron un tazón de pus… le hicieron un agujero tan grande que… que dentro cabía el puño del médico. Pero le tocaron el cerebro y se murió.
-¿Tú lo viste?
-No. Me lo contó mi madre. Yo era muy pequeño. Sólo tenía un año y no me acuerdo de nada. Pero dice mi madre que cuando ya se iba a morir… me acercaron a él para que me diera un beso y que él me dijo: “Ven aquí conejín…” y luego se murió.
Por eso terminé en un colegio interno… Bueno, por eso y otras cosas.
-Pues a mi padre le fusilaron.
-¡Pero, qué dices! ¡Pero si tu padre está vivo! ¡Pero si le he visto yo hace un rato!
-Sí, le fusilaron en la guerra… pero no le mataron.
-¿Te lo ha contado él?
-No. El nunca habla de la guerra.
Una vez estaba yo en la cocina de mi casa, escondido dentro de la carbonera para que mi madre no me mandara a un recado… y oí cómo mi madre se lo contaba en secreto a mi tía Lorenza.
-¿En secreto?
-Sí, se lo contaba en voz baja, como cuchicheando… es que en mi casa “las paredes oyen”. Eso dice mi padre.
Cuando la guerra, ¿Sabes?, una noche vinieron a por él para llevarlo a dar un paseo. Se llama dar “un paseo” cuando vienen a buscarte para fusilarte.
-¡Jo! ¡Menudo paseo!
-¡Juliancito idiota…! ¡Ten cuidado, que casi me das con la pelota!
-¡Ha sido sin querer…!
-Sigue Ugeñín…
-Le fusilaron, pero no le mataron. Como era de noche y era muy oscuro, las balas no le dieron. Y él se tiró al suelo y se hizo el muerto.
Luego, el general, el capitán o el que fuese, el que mandaba a los soldados, fue dando a todos los muertos un tiro en la cabeza para asegurarse de que los fusilados estaban bien muertos. Se llama “el tiro de gracia”.
-¡Jo! ¡Menuda gracia…!
-Mi padre oía cómo iban dando el tiro a todos los demás fusilados… y oía cómo cada vez sonaba más cerca el disparo… y él seguía haciéndose el muerto… hasta que le tocó a él. Y el “tiro de gracia” tampoco le dio.
Bueno, sí le dio… pero le resbaló por el hueso.
-¿Por qué hueso?
-Por el hueso de la frente. Por eso tiene en la frente una cicatriz. ¿No se la has visto?
A mí me había dicho siempre que esa cicatriz era de una flecha de indios… ¡Menuda bola!
-¿Cómo iba a ser de una flecha de los indios si aquí, en España, no hay indios?
-¡Pero en América sí!
-¡Ugeñín! ¿Juegas?
-¡Que noooo…!
Luego, herido de muerte estuvo no sé cuantos días vagando por los campos… sin saber ni donde estaba ni para donde iba…
De día se escondía y caminaba de noche… sin comer ni beber… sangrando… un pastor de ovejas le encontró medio muerto y le escondió…
-¿Qué pasa? ¿De qué habláis?
-Nada. Aquí el Ugeñín, que me está contando que…
-¡Chissst…!
¡”Que las paredes oyen”!
Carlos Giménez
Barrio 2 (extracto), 2005
choche
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